“Descubrimientos”



Me abrazó, un cálido abrazo que no dejaba dudas sobre lo que él sentía por mí, sentía su respiración sobre mi cuello, aquella lenta, acompasada…y fría respiración. Aquel lluvioso día lo sentía más mío que nunca, él finalmente era mío y nada ni nadie podrían cambiarlo.



Las hojas de aquel extraño otoño estaban cayendo lentamente, como si el viento quisiera mecerlas y dejarlas caer suavemente sobre la cama de cemento. Nadie estaba en la ciudad, y finalmente podíamos caminar de la mano, como dos humanos normales, sin embargo, nadie estaba viendo, nadie apreciaba el sutil cambio que estaba pasando en nuestros corazones, tan sólo hace algunos días solo éramos amigos en la universidad, ni nosotros nos dábamos cuenta de lo que sentíamos, hasta que nos descubrimos mutuamente y más que eso, descubrimos nuestra realidad, un universo que nadie más que nosotros podía sentir y tocar, el amaba y yo también.


Un débil rayo de sol apareció en el cielo, como reafirmando todo lo que estaba pensando, miré hacia su cara y vi como la pequeña luz iluminaba su cara, de facciones perfectas, su rostro de tez blanca y sus hermosos ojos que brillaban cuando él estaba feliz, hacían que yo lo amara cada día más. Me di cuenta de lo que realmente sentía por él…más que cariño y amistad, esto era amor, amor puro y verdadero, del que ya casi no existe en el mundo. Me miró, su sonrisa hacía que cada vez que lo viera me sintiera feliz y comprendido, ya no estaba solo en el mundo, sólo necesitaba de esa cálida mano en medio de la lluvia y del frío, para sentir que no todo era oscuridad, al fin había en mi vida algo de luz y de lo más importante: Amor.



Caminamos en medio de la niebla y la frialdad y sin embargo, yo no sentía nada de eso, el calor repletaba mi cuerpo como si estuviera en el día más caluroso del año. Miro hacia el horizonte del mar, porque habíamos llegado a la costanera, en medio del frío y del fuerte viento, que sin embargo, me calmaba. Y rememoré todo lo que me había pasado desde que supe que él y yo éramos iguales. Luché por que se diera cuenta de que lo amaba, sin saber que estaba haciendo lo mismo que él, quien cada día se mostraba atento y amable conmigo y aun así, ninguno de los dos se daba cuenta de lo que el otro sentía...

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